“La educación no cambia el mundo: cambia a las personas que van a cambiar el mundo.”
-Paulo Freire
Cuando pensamos en derechos humanos, solemos imaginar la libertad de expresión o el derecho a la vida. Pero hay uno que a veces queda en segundo plano, como si fuera un lujo: el derecho a la educación.
Y no hablo solo de ir a la escuela para aprender a leer o hacer divisiones. Hablo de una educación que realmente nos prepare para entender el mundo, cuestionarlo y mejorarlo… para no conformarnos con simplemente sobrevivir.
La educación: más que un salón con pupitres
La educación no solo es ir a la escuela sentarte en tu pupitre y escuchar al maestro hablar de cualquier tema, sino que es adquirir herramientas, enfocarnos en lo que realmente queremos para nuestro futuro y tener la capacidad de alcanzarlo. Desde 1948, el artículo 26 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos dice que toda persona tiene derecho a la educación, y esto no es una sugerencia ni depende de “si quieres” o “si puedes pagarla”, es una obligación que deben garantizar los Estados.
Una realidad desigual:
No obstante, la realidad es muy distinta, en algunas comunidades, tener un aula con techo y un maestro capacitado es casi un milagro. En otras, el reto es actualizar los programas y cerrar la brecha digital. La desigualdad educativa no es solo una estadística, es una línea que separa las oportunidades de unos y las carencias de otros.
Ir a la escuela no siempre significa aprender
Seamos honestos, ¿asistir a clases garantiza recibir una educación de calidad? La respuesta es no. Mandar a los niños a la escuela no garantiza que estén recibiendo una educación de calidad, para que la educación sea un verdadero derecho, es necesario:
Tener maestros preparados y motivados.
➔ Ofrecer programas que respondan a la realidad del alumno.
➔ Fomentar el pensamiento crítico, no sólo la memorización.
➔ Proporcionar materiales y acceso a tecnología.
Porque de nada sirve memorizar fórmulas si no sabemos aplicarlas, o aprender fechas si no entendemos su significado, así se paga el precio de no educar bien.
El costo de no educar
Negar o limitar la educación no solo es injusto, también es caro, un país con bajos niveles educativos enfrenta más pobreza, menos innovación y menos desarrollo social.
La UNESCO estima que cada año adicional de educación puede aumentar el ingreso de una persona hasta en un 10%. Asimismo, las personas con más educación tienen más posibilidades de acceder a servicios de salud, participar políticamente y defender otros derechos. En suma, “La ignorancia cuesta más que la educación.” y no solo en lo económico, también en lo emocional: vivir sin opciones, atrapado en un destino que no elegiste.
La educación como base de todos los derechos
La educación no solo es un derecho en sí mismo, es la puerta de entrada para defender a los demás, o mejor dicho, para poder defendernos con más herramientas de las adversidades, conflictos y problemas que se dirijan hacia nosotros. Contamos con mayores herramientas para en inicio plantear las siguientes interrogantes: ¿por qué?, ¿Cómo exigir justicia si no sabemos cuáles son nuestras garantías?, ¿Cómo participar en la democracia si no entendemos cómo funciona?, entre otras reflexiones que nos llevarían a buscar y encontrar los caminos, las instancias y las personas idóneas para resolver nuestro conflicto o problemática. Negar una educación de calidad es quitarle a las personas la posibilidad de defender su dignidad y negarles un derecho fundamental.
El reto en México
El artículo 3° constitucional garantiza que la educación básica sea gratuita, laica y obligatoria, sin embargo, persisten graves desafíos
● Escuelas con infraestructura deficientes.
● Maestros con sobrecarga de trabajo y salarios bajos.
● Falta de acceso a internet en muchas zonas.
● Programas desactualizados y poco prácticos.
Y si sumamos violencia, pobreza y discriminación, la brecha se hace aún más grande para hacer efectivo y que el Estado garantice el Derecho.
Educar para transformar
Si queremos garantizar el derecho a la educación, hay que verla como motor de cambio social y no como un simple trámite. Esto implica:
● Invertir en maestros y su formación continua.
● Actualizar programas para enseñar habilidades para la vida.
● Cerrar la brecha digital.
● Crear entornos escolares seguros y libres de violencia.
“Educar no es llenar cabezas, es encender luces.”
Conclusión: vivir, no solo sobrevivir
El derecho a la educación es el derecho a soñar, elegir y participar, es la base para que todos los demás derechos tengan sentido.
Negarlo es condenar a millones a vivir solo para sobrevivir, garantizarlo es encender una luz en un mundo que todavía tiene demasiada oscuridad.
Autoras: Dulce Guadalupe Castillo Torres, Angelly Moncerrath Palomino Andrade,
Alumnas de 4to cuatrimestre.