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La tauromaquia y el activismo selectivo: entre la moral y la conveniencia

Escrito por UCA | Jul 10, 2025 5:53:40 PM

La tauromaquia despierta un fervoroso rechazo en amplios sectores sociales. Para algunos, es una tradición cultural que debe preservarse; para otros, una práctica arcaica e inaceptable que glorifica el sufrimiento animal. Pero en medio del debate, surge una contradicción que incomoda: ¿por qué algunas formas de maltrato animal son motivo de indignación pública mientras otras son justificadas, ignoradas o incluso promovidas?

Muchos argumentan que lo condenable de la tauromaquia es que convierte el dolor de un ser vivo en espectáculo, en entretenimiento. Pero, ¿dónde queda esa sensibilidad cuando se trata de otros escenarios donde también hay sufrimiento animal?

Esas mismas personas que marchan contra las corridas de toros con pancartas y consignas, ¿se cuestionan que sus cosméticos fueron probados en conejos, ratas y perros? ¿Se detienen a pensar que sus zapatos, bolsos o chamarras fueron hechos con piel arrancada de animales criados o cazados? ¿Se preocupan por el pollo en su plato, que vivió hacinado, sin ver la luz del sol y murió sin anestesia? Parece que el maltrato animal sólo ofende cuando es visible, tradicional o mediáticamente impopular.

Incluso quienes se declaran veganos y aseguran no contribuir al sufrimiento animal suelen pasar por alto que, en la producción agrícola convencional, también mueren animales. Insectos, aves, roedores, serpientes y otros pequeños mamíferos pierden la vida en los campos donde se cultivan lechugas, jitomates y demás vegetales. La maquinaria, los pesticidas, la deforestación y el desplazamiento de hábitats hacen que la producción de alimentos vegetales no esté libre de consecuencias. Además, es importante reconocer que el veganismo estricto y saludable no es una opción viable para toda la población, pues implica acceso a alimentos variados, suplementos y educación nutricional, condiciones que muchas personas no tienen; en este sentido, el veganismo también representa un privilegio del que no todos pueden disponer. Aunado a esto, en cuestiones de salud no es lo mismo suplir nutrientes esenciales de origen animal —como la vitamina B12, el hierro hemo o el omega 3 de cadena larga— con suplementos, que obtenerlos de manera natural a través de los alimentos; la absorción, biodisponibilidad y beneficios reales para el cuerpo humano no son equivalentes.

¿Existe alguien verdaderamente libre de toda participación en el daño a los animales? ¿Es siquiera viable para la vida humana moderna? Desde la alimentación hasta la vestimenta, pasando por medicamentos, fertilizantes y artículos de uso cotidiano, los productos de origen animal están profundamente integrados a nuestro sistema de vida.

 

La doble moral institucional

La incongruencia no sólo es individual; también es institucional. Hay estados que han prohibido las corridas de toros en nombre del respeto a los animales, pero al mismo tiempo permiten, regulan y lucran con otras industrias que también implican sufrimiento animal. Se penaliza la violencia en una plaza taurina, pero se normaliza en granjas industriales, laboratorios cosméticos, rastros, zoológicos y tiendas de mascotas. ¿Dónde está la verdadera preocupación por el bienestar animal?

Se trata de visibilizar que el maltrato animal está tan integrado en nuestra vida cotidiana que solo nos molesta cuando nos resulta ajeno o fácil de señalar. Condenamos lo que no consumimos, lo que no forma parte de nuestros hábitos o placeres. Nos volvemos activistas por el toro, pero ignoramos al cerdo, a la vaca, al zorro, al ratón o al pez.

 

¿Realmente nos importa la vida de los animales o simplemente señalamos lo que nos resulta cómodo criticar?

La crítica a la tauromaquia no puede quedarse en una indignación superficial. La verdadera reflexión exige mirar más allá de las plazas de toros y confrontar la forma en la que vivimos todos los días, sin hipocresía, con honestidad y conciencia de nuestras contradicciones humanas.

 

Reflexión final 

Desde mi punto de vista, cada persona es libre de elegir su estilo de vida. Si alguien decide ser vegano en su búsqueda de respeto hacia los animales, me parece completamente válido y respetable. Pero también creo que debe ser igual de respetable la decisión de quienes optamos por consumir alimentos de origen animal. Considero que si una persona, por ser vegana, cree que contribuye a un mundo mejor, está en todo su derecho de pensarlo; sin embargo, pretender imponer esa elección al resto o creerse moralmente superior por ello me parece una gran trampa del ego. No hay una única forma correcta de vivir ni de ser una “mejor persona”. Para mí, la verdadera coherencia radica en reconocer nuestras propias contradicciones, respetar la libertad de los demás y actuar desde la conciencia, no desde la imposición ni desde el juicio.

 

Autor: Arlette Fuentes Ávila, alumna de 9 cuatrimestre de Lic. Derecho 

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